El Loco Quique,y una victima de solo diez años
Los profesionales del Servicio de Psiquiatría de Hospital Guillermo Rawson concluyeron que “El Loco Quique” tenía una personalidad de fachada esquizoide obsesiva y una estructura de base psicopática. Un hombre con pocas emociones, difícil de relacionarse con otros y violento, pero sobre todo “peligroso” y con un mal pronóstico para sus “conductas futuras”, expresaba aquel informe médico sobre su perfil.
Enrique Esteban Gómez era una persona realmente complicada, cuya vida estuvo atravesada por los asesinatos, incluso el suyo. Es lo único por lo que se lo recuerda. Tenía 27 años cuando, por hacerse el hampón -como era él-, desató una corrida y la tragedia en la puerta de un baile en Chimbas en 1982.
Enrique Esteban Gómez, "El Loco Quique". Foto de Diario de Cuyo.
Fue durante una gresca entre dos bandos rivales. “El Loco Quique” sacó un revólver y largó unos disparos en medio de la batahola que terminaron con la muerte de Evaristo Daniel Vera, producto del balazo que recibió en el cuello. En ese momento se dijo que en la planilla prontuarial de Gómez figuraba que ya había afrontado tres causas por tentativa de homicidio, pero con el asesinato de Vera no se salvó y fue condenado a 8 años de prisión.
“El Loco Quique” volvió a la calle en 1987 y trató de rehacer su vida, a su modo, en la famosa Villa Costa Canal. Allí se instaló junto a su novia en una casa de adobe y puso un kiosco en uno de los pasillos que daba al canal, frente a la avenida Benavidez, entre las calles Mendoza y Tucumán.
Conocedor de su mala fama de maleante y su reciente pasado carcelario por el asesinato de Vera, no tardó en hacerse popular en la conocida villa de Concepción. No le faltaron los problemas con algún que otro vecino, las peleas y las amenazas con el revólver con el cual solía alardear en su pequeño negocio. “El Loco Quique” vivió al límite y no paró hasta que el 21 de marzo de 1989 volvió hacer de las suyas y cometió un segundo asesinato, el de los más repudiables, contra una niña.
La pequeña Alejandra Gabriela Palacios, de 10 años, caminaba con su hermanita por el pasillo de la villa y supuestamente se acercó a la ventana del rancho de “El Loco Quique”. En ese instante se escuchó el estruendo de un disparo de arma de fuego. La nena pegó un alarido y cayó de rodillas contra la pared del kiosco.
La casa de "El Loco Quique" quedaba justo enfrente al canal y la avenida Benavidez, en la popular Villa Costa Canal en Concepción. Foto de Diario de Cuyo.
Una adolescente de 14 años y Néstor Palacios, tío de Alejandra, que de casualidad se encontraban jugando en el pasillo, vieron a la niña desplomarse en el piso. Al acercársele, notaron que le brotaba sangre del costado derecho de la frente. Tenía un disparo. Cuando miraron hacia el interior de la casa, observaron a Enrique “El Loco Quique” Gómez parado y con un revólver color negro en una de sus manos.
La jovencita salió corriendo en dirección a su casa, gritando: “¡Mami!¡Mami, ‘El Loco Quique’ ha matado a la Alejandra!” Los gritos de horror y desesperación de los vecinos y los padres de la niña transformaron a la villa en un infierno aquel mediodía del 21 de marzo de 1989. Entre los que ayudaban a cargar y trasladar a Alejandra al hospital y los que empezaron a largar puteadas y maldiciones contra Gómez, el lugar se convirtió en un polvorín que no tardó en estallar.Enrique Gómez presintió lo que se le venía, así que ordenó a su joven mujer Karina Bravo que se deshiciera del arma y lo arrojara a la letrina del baño. Después, juntos treparon una medianera y escaparon por los fondos para refugiarse en la casa de la madre de la joven, ubicada en otro sector del mismo asentamiento.
Lejos de allí, en el Hospital Guillermo Rawson, confirmaban que la nena de 10 años había ingresado a la guardia sin signos vitales producto de ese balazo en el cráneo. Hasta tanto llovían las piedras contra la casa y el kiosco de “EL Loco Quique” y comenzaban los forcejeos con los policías de la Comisaría 2da y el Cuerpo de Infantería que intentaban frenar a la muchedumbre que buscaba hacer justicia por mano propia. Hay quienes llegaron a cometer destrozos y quemaron parte de la vivienda.
La nena que perdió la vida producto del disparo efectuado por Gómez. Foto de Diario de Cuyo.
Los investigadores policiales entrevistaron a la adolescente y al tío de la nena, los únicos testigos casi directos del crimen, y salieron a detener a Enrique Esteban Gómez como el principal sospechoso del asesinato. Un vecino les indicó que podía estar en la casa de su suegra, en otra parte de la villa. No fue complicada su detención, “El Loco Quique” estaba esperando que la Policía lo fuera a apresar antes que llegara la gente a lincharlo.
En la seccional, Gómez esbozó una suerte de defensa y afirmó que estaba jugando con el arma. Y que en eso que hacía girar el revólver en su dedo, se accionó y salió el disparo. Contó que no sabía que había herido a la niña, sólo escuchó los gritos y el alboroto afuera de su casa. Que fue su mujer quien le contó lo sucedido, por esa razón lanzaron el arma en el pozo negro y escaparon.
Bravo, en cambio dio otra versión. La muchacha relató que servía la comida, mientras Gómez bebía un vaso de cerveza sentado en un sillón, con el arma al lado. “En ese momento, cuando la nena se asomó por la ventana, ‘El Quique’ levantó el revólver, le apuntó y ahí se le disparó el tiro (sic)”, describió la joven, quien reconoció que vio a la nena caer en el pasillo. Aclaró que su marido no jugaba con el arma, que desde hacía rato que llevaba el revólver en la cintura y que éste quedó “atónito” cuando observó que el disparo impactó en la cabeza de la nena.
Esas primeras declaraciones en sede policial fueron muy distintas a la que dieron ambos en el juzgado. Gómez aseguró en la indagatoria que permanecía sentado en el sillón, jugando y haciendo girar el revólver sobre su dedo índice. Dijo que en un instante quiso ponerse de pie y se le cayó el arma. Ahí, según él, intentó agarrar el revólver con sus dos manos y en esos segundos se produjo el disparo. También afirmó que no advirtió quién estaba afuera porque la cortina cubría la ventana.
Ella, por su parte, dio también otra versión ante el juez, contraria a lo que había dicho inicialmente. Buscó favorecer a “El Loco Quique” y reforzar la hipótesis del accidente. Sostuvo que mintió cuando dijo que Gómez portaba el arma en la cintura y que al ver a la nena en la ventana le apuntó. Por el contrario, aseguró que tenía entendido que esa arma no funcionaba, que fue un accidente porque jugaba con el revólver y que ella ni “El Quique” notaron la presencia de la pequeña en el pasillo de la villa.
Los policías se preguntaban por qué no prestaron ayuda a la niña o la auxiliaron si fue un accidente. Por qué arrojaron el arma en el pozo negro de la casa con la intención de hacer desaparecer la prueba del asesinato y por qué escaparon del lugar.
Los testimonios de la chica de 14 años y de Néstor Palacios, el tío de la víctima, fueron contundentes y abonaron la teoría de una acción dolosa. El joven y la adolescente contaron que minutos antes de la tragedia observaron a “El Loco Quique” en la puerta de su kiosco, con el revólver en su mano derecha. Que fue verdad que jugaba de forma amenazante con el arma haciéndola girar, con su dedo índice entre el gatillo y el arco llamado guardamonte. Los dos afirmaron que hasta los apuntó para intimidarlos, que luego se metió a su casa y a los segundos se produjo el disparo que hirió de muerte a la nena.
La defensa procuró plantear que se trató de un homicidio culposo y que Gómez no tuvo la intención de disparar el arma y matar a la nena. Paradójicamente, la actitud previa de “El Loco Quique” descripta por los testigos, señalaba que éste andaba con el arma y no podía desconocer del peligro que esto implicaba. No era la primera vez que efectuaba disparos dentro de la villa. Los vecinos contaron que otras veces, en su afán por hacerse el matón o intimidar a la gente, largaba disparos desde la puerta de su casa hacia el canal.
Todo esto fue analizado por el juez Juan Carlos Peluc Noguera, titular del Segundo Juzgado Penal, quien evaluó además las pericias y los malos antecedentes de Enrique Esteban Gómez. El 26 de diciembre de 1990, el magistrado dictó sentencia y condenó a “El Loco Quique” a la pena de 14 años de prisión por el delito de homicidio simple en perjuicio de esa nena de 10 años.
El penal de Chimbas era como la segunda casa de “El Loco Quique”, pero en esta ocasión su estadía fue la última parada en su carrera criminal. HISTORIAS DEL CRIMEN contó esa parte de su historia. El 11 de junio de 1993, Enrique Esteban Gómez se enfrentó a facazos con el también homicida Juan Carlos Celán en el patio del Servicio Penitenciario Provincial.
Los dos reos del Pabellón 4 se trenzaron en un duelo a puntazos, rodeado por el silencio cómplice del resto de los presos. “El Loco Quique” esa vez perdió la reyerta, los puntazos que recibió en su estómago le provocaron una hemorragia interna que le dejaron los minutos contados. Llegó sin vida al hospital Rawson.
FUENTE: Sentencia del Segundo Juzgado Penal, artículos periodísticos de Diario de Cuyo, testimonios de policías que trabajaron en el caso y hemeroteca de la Biblioteca Franklin.
El título de portada de Diario de Cuyo en referencia al asesinato
Los policías de la Guardia de Infantería custodiando la casa del homicida. Foto de Diario de Cuyo.
La muchedumbre prendió fuego en la casa de Gómez. Foto de Diario de Cuyo.
La Policía revisó el canal Benavidez en busca del arma homicida. El revólver finalmente fue encontrado en el pozo negro de la casa de Gómez. Foto de Diario de Cuyo.
El final de "El Loco Quique" llegó en 1993, cuando otro preso lo mató dentro del penal de Chimbas. Foto de Diario de Cuyo
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