Destino fatal: un árbol añejo y las trágicas muertes de un joven y su padre en Angaco
Un domingo de 1986 se produjo un accidente insólito en Angaco que costó la vida de un muchacho de 24 años y su padre dentro de su coche.
Van a llamarlo infortunio, maldición, terrible casualidad o vil destino. Pero lo sucedido con los Martínez fue un accidente, de los más increíbles, de esos que pasan una vez entre millones de posibilidades y con un resultado trágico: un joven y su padre aplastados y muertos dentro de su auto por la caída de la rama de un árbol.
Nada decía que en aquella reluciente tarde del domingo 23 de febrero de 1986 iba cambiar rotundamente la suerte de la familia Martínez. Ese día, José Martínez y su hijo Daniel almorzaron junto a su esposa y hermanos en su casa en inmediaciones de las calles San Martín y Nacional, en Villa El Salvador, Angaco.
En esos poblados los domingos son de reunión familiar, de encuentros en las plazas y en las canchas de fútbol. Ese día había partido, jugaba el Club Huracán, del cual los Martínez eran fieles simpatizantes. Así fue que después de la comida, José y Daniel se alistaron para partir a la cancha de la tradicional institución.
Los dos salieron de su domicilio pasadas las 15 en su auto Dodge 1500. Frente al volante iba el muchacho de 24 años, que le encantaba manejar, y a su lado viajaba su papá que siempre controlaba que no se excediera. En el camino pasaron a buscar a su amigo y vecino Néstor Ruarte, otro fanático de Huracán.
Ya estaba completo el pequeño contingente de hinchas a bordo del Dodge, que dio unas vueltas por la zona y más tarde tomó por calle El Bosque, en dirección al este. José y su amigo Néstor bromeaban y conversaban sobre las chances de ganar ese encuentro de fútbol. Daniel mantenía firmemente la dirección del volante y no perdía la vista del frente.
El sol era intenso y la calle El Bosque estaba despejada en esa zona rural. Pero lo imprevisto, lo jamás imaginado sucedió a poco de cruzar la calle Olivera. En esos segundos se escuchó un ruido estremecedor y un golpe que retumbó en los alrededores.
Néstor Ruarte sintió que el techo del auto se vino arriba de su cabeza, entonces se le nubló la vista y quedó aturdido. Al recobrar la conciencia, descubrió que se encontraba aprisionado entre las chapas, la sangre le corría por distintas partes de su cuerpo y le dolía todo. No oía a los Martínez.
Los vecinos de la zona escucharon el estruendo y salieron a ver qué pasaba, A los pocos minutos descubrieron la tragedia sobre calle El Bosque, en cercanías de Olivera. Ahí vieron al auto destrozado; mejor dicho, aplastado por la inmensa rama de un viejo eucalipto. La rama que era casi del tamaño de un tronco que había caído de una altura de diez metros, justo, ni un metro más ni menos, que sobre el techo del Dodge y arriba de las cabezas de José y Daniel Martínez.
La crónica periodística sobre el suceso describió que ambos sufrieron aplastamiento. Padre e hijo fallecieron en el acto producto de las graves heridas en sus cráneos. Sus cadáveres estaban mutilados, según la publicación. En esos primeros minutos, los vecinos no pudieron llegar a sus cuerpos, dado que se hallaban aprisionados entre la chapa retorcida y los asientos delanteros. Ruarte tampoco podía moverse, pero se quejaba y pedía ayuda.
Los policías de Angaco consiguieron retirar la rama de arriba del vehículo, pero no consiguieron rescatar a Ruarte. Al rato llegó una dotación de Bomberos. Esos hombres uniformados cortaron las chapas en pedazos hasta que retiraron mal herido al hombre de 40 años. Cuando llegaron a los cadáveres de Daniel y su padre, de 59 años, constataron a partir de las heridas que habían tenido una muerte horrenda.
El joven fallecido. Este era Daniel Martínez, tenía 24 años. Foto publicada en Diario de Cuyo.
Néstor Ruarte, el único sobreviviente, fue asistido en el servicio de urgencias del Hospital Guillermo Rawson. Pese a las múltiples heridas y a que pasó muchos días internado, pudo recuperarse.
“Ni siquiera corría viento, parece cosa del demonio”, expresó un familiar de los Martínez, según citó un diario local. Es que nadie podía explicar el insólito episodio. Daniel Martínez, conductor y uno de los fallecidos, no tuvo ninguna responsabilidad en el siniestro. Qué iba a pensar que el peligro estaba arriba de sus cabezas. La caída del árbol fue tan sorpresiva que no tuvo tiempo de maniobrar o frenar el vehículo.
El padre. Este era José Martínez, el hombre de 59 años fallecido. Foto publicada en Diario de Cuyo.
A quién culpar entonces, si el fatal accidente fue producto de la propia acción de la naturaleza. Las causas podían estar en la falta de controles oficiales del estado de los árboles más añejos ubicados a los costados de las calles, pero ya era tarde. Esas inspecciones luego empezaron a realizarse en algunos departamentos, justamente, a raíz de accidentes de este tipo.
FUENTE: Artículos periodisticos de Diario de Cuyo y hemeroteca de la Biblioteca Franklin.
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